Vivimos rodeados de dietas, de recomendaciones nutricionales, de consejos para perder peso, de alimentos buenos y alimentos malos, es tanta la información que no sabemos bien que es conveniente seguir y que desechar.
Existen muchas posturas con respecto a lo que son hábitos saludables y muchas visiones sobre que alimentos deben permanecer en nuestra dieta y cuales son incluso peligrosos y deberíamos retirar. Si observamos con perspectiva el panorama percibimos posturas extremas sobre lo que está bien o mal en la alimentación, pero nadie te advierte de para quien algo es recomendable o no lo es.
La mayor parte de la información nutricional gira en torno a restringir, eliminar o demonizar ciertos alimentos sin tener en cuenta las situaciones personales, sociales, familiares o emocionales de aquellas personas que quieren perder peso, sin olvidarnos de que la recomendación general para hacer una dieta sigue siendo la estética y unos cánones de belleza estandarizados, fijos y generalizados para todos independientemente de nuestras particularidades físicas y psíquicas y de la etapa de la vida en la que nos encontremos.
Es difícil pensar que una recomendación dietética sirva para una chica con síndrome de ovario poliquístico de 15 años que para una mujer de 35 años tras el post parto, un chico universitario que juega al futbol, una persona mayor con osteoporosis e hipertensión arterial o para una chica de 26 años que lleva 6 años afectada por bulimia. Todas las dietas modernas se basan en un rango de IMC normalizado que se suele utilizar como una imposición en vez de servirnos como una orientación de salud.
Vemos en consulta personas aquejadas de disfunciones o trastornos provocados por intentar seguir este tipo de dietas que unidas a sus circunstancias de salud emocionales y físicas le han llevado a sufrir determinadas secuelas que producen más daño y sufrimiento del que en apariencia parece que puede producir una dieta o una determinada recomendación nutricional. Desde la práctica clínica he podido verificar algunos de los motivos más relevantes que hacen que fracasemos cuando intentamos seguir un modelo de dieta moderna. A continuación te los resumo:
1º.- Según los estudios presentados por la asociación Española para el Estudio de la Obesidad en los últimos años España llega a cifras de un 21,6% en mujeres menores de 45 años, aumentando a un 25% en mujeres de más de 45 años y llegando hasta un 62% en personas mayores de 65 años. Esto sin contar la prevalencia de obesidad en niños. Estas cifras nos indican que estamos ante una problemática que afecta a un porcentaje alto de la población incidiendo en todos los grupos de edad y género. Es conocido por todos que las causas de esta disfunción crónica son diversas y multifactoriales. El conflicto se inicia cuando problemas como el sobrepeso o la obesidad que conllevan serias repercusiones de salud se intentan abordar con estrategias simplistas como una dieta que no contempla la resolución de prácticamente ninguna de las causas que producen el problema. Si pretendemos solucionar nuestra situación particular y única con una supuesta herramienta adaptable a otras personas con situaciones particulares y únicas no nos será posible conseguir un buen resultado. El motivo es que un problema complejo necesita, al menos, abordajes complejos y personalizados.
2º.-Evolutivamente estamos diseñados para tener un sistema ahorrador de energía. Nuestros ancestros no disponían de alimentos como disponemos en la actualidad. Es por ello que nuestra genética es exquisitamente refinada a la hora de almacenar grasa como mecanismo de supervivencia. Incluso en situaciones de extrema carencia alimentaria nuestro sistema metabólico sabe cómo extraer energía generando glucosa de moléculas como las proteínas del musculo o el glucógeno almacenado en el hígado así como también aprende a funcionar con los cuerpos cetónicos que son moléculas energéticas extraídas de la grasa que ha sido eficientemente almacenada previamente. Sin embargo nos empeñamos en seguir dietas en las que se promete perder peso olvidando que, en los casos que sean necesarios, el objetivo debería ser perder grasa y trabajar por nuestra correcta recomposición corporal con las cantidades saludables de tejido graso y tejido muscular tan necesarios en todas nuestras funciones orgánicas. En este tipo de dietas se pierde peso de forma errática ya que se basan en mantenimientos de una insana restricción calórica con una elevada privación de nutrientes esenciales. Esto nos lleva al cansancio, la falta de energía y el temido pero cierto efecto rebote. 2
3º.- Verifico diariamente que estas dietas no suelen adecuarse a los individuos sino los individuos a las dietas. No se personalizan en función de las situaciones clínicas, psíquicas y psicológicas de cada paciente como tampoco se adaptan a las necesidades del entorno del mismo. Es habitual en la clínica encontrar a personas que pasan de comer de 6 a 8 veces al día a realizar máximo 2-3 comidas al día y se componen de alimentos que los pacientes no tienen incorporados en sus hábitos lo que hace muy difícil su cumplimiento sin una supervisión. Esta falta de individualización que supone una dieta “Tipo” trae como consecuencia la incapacidad de incorporar este nuevo plan nutricional a los hábitos de vida del paciente y a su entorno habitual, relegando esta nueva forma de comer a períodos o ámbitos excepcionales y por ende fáciles de abandonar y difícilmente tolerables en el día a día. Este tipo de dietas suelen estar basadas en modas y tendencias de alimentación y casi nunca en hábitos saludables.
4º.- La motivación fundamental para seguir este tipo de dietas que suelen tener perfiles restrictivos suelen ser argumentos como la estética unida a la rapidez de resultados. El binomio estética/inmediatez no suele ser una combinación positiva en ningún caso y menos en situaciones donde necesitamos individualizar nuestras necesidades con lo cual es difícil adaptarnos a una tendencia general. Un cambio de hábitos es siempre un momento donde necesitamos paciencia y tiempo para reconducir comportamientos erróneos implementados en ocasiones desde la infancia e ignorando situaciones particulares de salud que condicionan y determinan los riesgos de seguir un determinado tipo de dieta que puede mermar nuestras ya dañadas condiciones físicas. Si basamos nuestra motivación de cambio en la realización de una dieta donde lo que prima es el deseo de conseguir un “cuerpo ideal” en tiempo record y sin consecuencias negativas difícilmente será posible conseguir ese objetivo sin pagar un alto precio. Promesas de soluciones simples, fáciles y rápidas nunca podrán ser aplicadas a cuestiones complejas, difíciles y que se han gestado de forma lenta a lo largo de la vida.
5º.- Cuando se propone una dieta tenemos la tendencia a olvidar que el ser humano es algo más que biología, que vamos más allá de ser simples reacciones bioquímicas y que no funcionamos con la contabilidad de la energía ingresada menos la gastada. Somos un sistema complejo que interactúa consigo mismo y con el entorno en el que influyen los estados de ánimo, las creencias erróneas, los pensamientos, las costumbres adquiridas, las emociones, la genética, los sentimientos, el estrés del día, la información que le llega, la infancia que vivió, el agobio en el trabajo, su relación de pareja, la resistencia a la insulina que sufre o el dolor en las articulaciones por la inflamación. Todo eso determina la individualidad de cada uno para poder seguir un plan saludable de alimentación. Es por ello que muy difícilmente una dieta estandarizada pueda ayudar a conseguir un objetivo saludable.
6º.- La alimentación es más poderosa de lo que nos imaginamos. Los alimentos tienen la facultad de mejorar nuestro estado de salud si la utilizamos de forma correcta, pero también nos puede dañar si la usamos de forma errónea. Muchas de las enfermedades crónicas actuales tienen su origen en las nuevas formas de mal alimentarnos. Desde la Hipertensión arterial, el Síndrome metabólico, la diabetes tipo 2, muchas de las enfermedades autoinmunes y diversas enfermedades inflamatorias a nivel digestivo, así como determinados fármacos nos condicionan nuestro estado físico determinante a la hora de someternos al seguimiento de un plan nutricional. En el orden de la esfera psíquica los trastornos de ansiedad, los estados depresivos, el Bulling o situaciones como el Burnout y los trastornos de conducta alimentaria no son marcos psicológicos aptos para someternos a ningún tipo de dieta moderna. Saber alimentarnos es una virtud con la que podemos incidir muy positivamente en nuestro marco de salud si la utilizamos correctamente. El problema es que una dieta está lejos de ser un camino adecuado para conseguir un estilo de vida saludable por lo que puede ser recomendable saber determinar cuándo necesitamos ponernos en manos de un profesional formado para que nos guie en la consecución de nuestros objetivos y adapte nuestras necesidades orgánicas, psíquicas y emocionales a construir una adecuada relación con la comida.
El fracaso de las dietas modernas consiste en pretender tomar atajos cuando hay caminos más largos pero mucho más sanos y satisfactorios que te permitirán reencontrarte contigo en tu mejor versión.